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Un mes antes del referéndum, varios líderes apoyan la permanencia de Gran Bretaña en el bloque, pero una corriente euroescéptica alienta su salida como primer paso del quiebre
Paris.- “Exit” (salida) es la palabra que provoca escalofríos o hace soñar a los europeos. Mientras la mayoría de los líderes del bloque manifiestan un apoyo inequívoco a la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea (UE), los partidos euroescépticos esperan que los electores británicos opten por el Brexit el próximo 23 de junio.
Es bien sabido: Angela Merkel, François Hollande, la Comisión Europea (CE), los líderes de Italia, España, Portugal… sin contar con Barack Obama y los responsables de organizaciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) o el Banco Central Europeo (BCE) militan junto al primer ministro británico, David Cameron, para que su país siga perteneciendo a la UE.
Pero dentro de Europa hay una fuerte corriente anti-UE para quienes un Brexit sería un primer y contundente paso hacia el dislocamiento del bloque. Esos personajes no son necesariamente de extrema derecha o de ultraizquierda. Cada uno tiene sus propias razones.
La presidenta del ultraderechista Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, es la más célebre de todos los euroescépticos europeos. Esa mujer, que según los sondeos podría llegar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas en 2017, aprovechó el referéndum británico para potenciar sus propias críticas contra Bruselas.
Líder de un partido antiinmigración y antieuro, Le Pen repite que, cuando llegue a la presidencia, renegociará los términos de la pertenencia de Francia a la UE y también organizará un referéndum para decidir un eventual Frexit (salida de Francia). En todo caso, en Gran Bretaña los partidarios del leave (retiro) se negaron a que la líder de un partido racista cruzara La Mancha para hacer campaña junto a ellos.
El amor de Italia por la UE parece haber dejado de ser lo que era. Según una reciente encuesta del instituto Ipsos, casi la mitad de sus habitantes votaría por dejar el bloque si pudiera.
Dos partidos italianos encarnan esa frustración: la ultraderecha de la Liga Norte y el populista y antiestablishment Movimiento Cinco Estrellas (M5S), del cómico Beppe Grillo, apoyado por un 28% de los italianos.
Por el contrario -y como muchos otros partidos populistas en Europa- Alternative für Deutschland (AfD, Alternativa para Alemania) es extremadamente crítico de la Comisión Europea, pero reconoce que la UE es necesaria. De modo que, aunque AfD no hará campaña por un Gerxit (salida de Alemania) ni defenderá el Brexit, seguirá exigiendo más reformas de las instituciones europeas y considera que el debate británico actual ayudará a encaminarse en ese sentido. El AfD es la tercera fuerza política alemana, con 14% de intenciones de voto.
Justo del otro lado de la frontera, en Austria, el Partido de la Libertad (FPÖ), que hoy podría consagrar el primer presidente de extrema derecha de la UE de la posguerra (ver aparte), hace campaña contra la ampliación del bloque desde 2005. El representante de la formación ante la UE, Harald Vilimsky, aplaudió la renegociación de Cameron con Bruselas -que le concedió numerosas ventajas para convencerlo de no dejar el bloque- y sugirió que su país debería hacer lo mismo. Si esto no diera resultados, Vilimsky amenaza con un posible Oxit (salida de Austria).
Los gobiernos nacionalistas de Europa Central y del Este han aprovechado el referéndum británico como una ocasión dorada para cambiar su propia relación con Bruselas. Sin embargo, gran parte de los argumentos anti-UE del llamado Grupo de Visegrad -64 millones de personas entre Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa- tienen como objetivo el consumo doméstico. En realidad, los jóvenes miembros del Este de la UE son demasiado dependientes de los beneficios del bloque -fondos para el desarrollo o libre circulación de trabajadores- para soñar con dejarla.
Los gobiernos del grupo de Visegrad tienen al primer ministro de Hungría, Viktor Orban, como vocero de la retórica anti-Bruselas. Para él, como para Polonia, una UE sin Gran Bretaña significaría la pérdida del más influyente de sus aliados ante la Comisión y el Parlamento europeos. Bulgaria y Rumania necesitan, por su parte, grandes inversiones europeas y preferirían que Gran Bretaña permanezca en la UE. En caso de Brexit, ambos países consideran que el bloque debería exigir a Londres una sustancial indemnización.
La pequeña Bélgica, sede de las instituciones europeas, es uno de los miembros más anti-Brexit. Hay, sin embargo, un movimiento de extrema derecha que sueña con esa partida: el Partido Separatista Flamenco, Vlaams Belang. “Un Brexit alentaría a otros miembros de la UE a hacer lo mismo”, afirma Tom Van Grieken, presidente de Vlaams Belang, cuya formación duplicó su caudal de votos en dos años (12%).
Sin embargo, los partidos probablemente más pro-Brexit en Europa son las pequeñas formaciones de izquierda, como Alianza Roja-Verde en Dinamarca o el Partido de Izquierda en Suecia. Todas rechazan los argumentos nacionalistas y xenófobos de la ultraderecha, pero acusan a Bruselas de privilegiar los intereses de bancos y corporaciones, en detrimento de la salud, el bienestar, los derechos humanos y el medio ambiente.
Si el 23 de junio Gran Bretaña vota a favor del Brexit, para todos ellos será la confirmación del fracaso de la experiencia europea. Según Beppe Grillo, una “quimera que terminó siendo rehén de las finanzas internacionales”.
La voz de los líderes euroescépticos
Marine Le Pen – http://www.lanacion.com.ar/
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